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Recursos para instructorxs, profesionales de la salud y practicantes del yoga que desean aprender sobre la relación entre la diversidad humana, la justicia social y las enseñanzas tradicionales del yoga.

  • Foto del escritor: Lenna Garay Rodríguez
    Lenna Garay Rodríguez
  • 31 jul 2024
  • 6 Min. de lectura


Nota: El contenido de Yoga Accesible se redacta usando lenguaje inclusivo. Es decir, sustituimos el género gramatical masculino (ej. señores) y femenino (ej. señoras) por el género neutral, que abarca todos los géneros. Por ello, usamos la ‘x’ (ej. señorxs) para incluir a las personas con identidades de género diversas, así como a quienes se identifican como hombres y/o mujeres.



Recientemente compartí en el Instagram de Yoga Accesible una publicación que titulé “¿Cómo facilitar una clase de yoga para adultxs mayores u otros grupos con movilidad reducida?” En ella hablé brevemente sobre algunas recomendaciones que hago a otrxs instructores de yoga para facilitar clases dirigidas a poblaciones con movilidad reducida, tales como lxs adultxs mayorxs. 


Quise escribir el presente artículo para expandir y profundizar un poco más sobre este tema y brindar información adicional que pueda apoyar a otrxs profesionales del yoga que estén interesadxs en enseñar de forma inclusiva y accesible a todo tipo de personas, sean adultxs mayores, personas con diversidad funcional o habilidades diversas, con necesidades de salud particulares, sobrevivientes de experiencias traumáticas, queer, transgénero, gordas u otras. 


¿Te has preguntado alguna vez cómo puedes entrarle a esto de enseñar yoga a poblaciones diversas? Acá te comparto cinco recomendaciones que nacen de mi propia experiencia como trabajadora social comunitaria y facilitadora de experiencias inclusivas y accesibles de yoga. 


Empecemos…




1) Autoevaluarnos y cuestionar lo que entendemos por Yoga


Este es el primer y más importante de todos los pasos para comenzar a enseñar a cualquier población que por lo general sea excluida de los espacios tradicionales donde se enseña el yoga, como las que menciono en el párrafo anterior. Para convertirte en unx promotorx de la inclusión en tus clases, lo más importante es hacer un poco de trabajo interior. ¿A qué me refiero con esto? 


Pues, primero hay que autoevaluarnos con honestidad y cultivar una actitud introspectiva, lo que en yoga se conoce como la práctica de svadhyaya. Debemos mirar dentro de nosotrxs mismxs y estudiar nuestro Egonuestros pensamientos, emociones y conductaspara descubrir si tenemos ideas prejuiciadas que nos cohíben de enseñar yoga a poblaciones con necesidades sociales y de salud especiales. 


Recomiendo hacer un ejercicio de escritura reflexiva contestando las siguientes preguntas:


  • ¿Qué es lo que entiendo por Yoga?

  • Según mi entender, ¿qué tipo de personas son capaces de practicar el yoga?

  • ¿Qué tipo de estudiantes suele llegar a mis clases de yoga? ¿Cuáles son sus características?

  • ¿Qué tipo de maestrx soy? ¿Cuál es mi visión sobre mí mismx?

  • ¿Qué tipo de maestrx aspiro a ser?

  • ¿Cuáles son las razones por las que decidí enseñar yoga?


No debemos saltarnos este paso de autorreflexión. En mi experiencia, la inmensa mayoría de lxs profesionales del yoga no son personas malintencionadas que desean excluir a nadie de la práctica, mucho menos causar daño a sus estudiantes. Todo lo contrario. 


Debemos entender que los mensajes que recibimos todo el tiempo de parte de los medios de comunicaciónimpulsados por la industria de la Salud y Bienestar, que ve el yoga como un bien mercadeable y una modalidad de “fitness”crean nociones y prácticas dañinas que muchxs reproducimos “como el papagayo”, sin cuestionarlas y sin saber que en muchos casos estas son elitistas, capacitistas, racistas, gordofóbicas y excluyentes de tantas otras maneras. 


Por lo tanto, parte del trabajo que debemos asumir como facilitadorxs de espacios de sanación física, mental y espiritual es reconocer cómo estas nociones operan en nuestra enseñanza y cómo utilizamos nuestro poder como maestrxs para incluir y abrazar la diversidad humana.




2) Estudiar y entender nuestra población


Antes de comenzar a enseñar yoga a una población particular y llevar a cabo esfuerzos de mercadeo para crear nuestro grupo, debemos entender las necesidades específicas de la población que queremos servir. En esta etapa del proceso, podríamos buscar información en internet, YouTube, libros u otros medios digitales o impresos sobre las características y problemáticas específicas que aquejan a nuestra población. 


Por ejemplo, si nos interesa enseñar yoga a pacientes de cáncer, debemos familiarizarnos con temas tales como: los diferentes tipos de cáncer y sus efectos en el cuerpo y la mente; cómo el cáncer afecta la salud física, mental y espiritual; los beneficios y contraindicaciones del yoga para pacientes de cáncer; y adaptaciones de las prácticas de asana y pranayama para algunos de los síntomas comunes del cáncer.


En mi caso, antes de empezar a facilitar mi grupo de yoga en silla en una égida de mi pueblo, me tomé un tiempo razonable para estudiar y leer sobre las situaciones sociales y de salud que enfrentan las personas envejecientes en Puerto Rico y el mundo entero. Un buen punto de partida para comenzar fue visitar la página web de la Organización Mundial de la Salud y luego buscar recursos locales tales como estadísticas demográficas, artículos de periódico y publicaciones científicas. Además de leer, visité múltiples égidas en mi pueblo y dialogué con empleadxs y envejecientes para conocer sus perspectivas sobre las necesidades más apremiantes de la población.


También, como parte de los esfuerzos de conformar nuestro grupo de yoga, recomiendo dedicar tiempo a conocer y orientar a cada individuo que muestre interés en integrarse al mismo. Podríamos llevar a cabo entrevistas o encuestas y hablar cara a cara con lxs participantes para indagar sobre sus condiciones de salud, situación de vida y nivel de práctica y movilidad, entre otras particularidades. Esto nos dará un panorama más claro del tipo de necesidades que tendrá el grupo y la dirección que podrías dar a tus clases a la hora de planificar y facilitar.



3) Planificar las clases desde la curiosidad y creatividad


Cuando planifico mis clases de yoga, muchas veces les pregunto de antemano a mis estudiantes si hay algo en particular, sea a nivel físico, mental o abstracto (temático) que desean trabajar en la próxima clase. Cuando logro recopilar esta información, dejo que este sea mi punto de partida para dar forma a la clase.


Luego pienso en los elementos que una clase de yoga suele incluirejercicios de respiración y atención plena; posturas y movimientos para ganar fuerza, balance y flexibilidad; torsiones, arcos, flexiones; etc. Además, pienso en el tema de la clase y su estructura básica. Por lo general, la estructura que mis clases siguen es la siguiente:


  • Centrar la atención → Observar la respiración y sensaciones físicas, establecer una intención, guiar una meditación breve, etc.

  • Calentamiento del cuerpo y las articulaciones Movimientos sencillos y gentiles para despertar el cuerpo

  • Saludos al sol → Calentamiento más activo; opcional, dependiendo del estilo e intensidad de la clase

  • Posturas “de pie” → Pueden ser adaptadas a la silla

  • Posturas “de suelo” Pueden ser adaptadas a la silla

  • Inversiones → Opcionales, especialmente en el yoga gentil y en silla

  • Relajación final → Equivalente a savasana; puede incluir una meditación guiada

  • Ejercicios de respiración → Pueden hacerse al principio o final de la clase

  • Discusión de grupo breve → Recopilar la retroalimentación del grupo es muy útil para ir afinando nuestras destrezas de facilitación


Una vez sé cuáles son la estructura, temas y elementos que tendrá la clase, hago un listado de las posturas específicas que deseo incorporar. Muchas veces busco inspiración creativa en internet, mis libros de yoga o mis “yoga decks” (tarjetas sobre las posturas y sus beneficios). Luego, establezco un orden para las posturas y movimientos según la estructura que escogí y pienso en 2-4 maneras de adaptar cada una de las posturas, tomando en consideración el nivel de movilidad y condiciones de salud de cada estudiante.



4) Brindar múltiples variaciones de cada postura


Esta recomendación va de la mano con la anterior, pues la inclusión y accesibilidad en la enseñanza del yoga requieren creatividad, curiosidad y, por supuesto, mucha voluntad. Todxs nuestrxs estudiantes tienen cuerpos, niveles de movilidad, condiciones físicas y de salud, necesidades y metas diversas. Por lo tanto, una clase inclusiva debe contemplar múltiples modificaciones para cada postura o movimiento, de forma que cada persona pueda escoger la variante que sea accesible y posible para él, ella o elle.


Piensa, por ejemplo, en formas creativas de integrar el uso de materiales asistivos como el bloque, la silla, la soga, los cojines o la pared. Piensa también en cómo puedes incluir a aquellas personas que tienen mayores dificultades de movilidad, en lugar de decirles que se salten esa postura si no pueden hacerla (una expresión que he escuchado a múltiples instructores decir demasiadas veces).




5) Jugar, pasarla brutal y reirnos


Finalmente, si no estamos aprendiendo y disfrutando de la compañía de lxs seres a quienes enseñamos yoga, ¿cuál es el punto de todo lo demás? Pienso que unx maestrx excelente no es quien lo sabe todo, sino quien es capaz de mantener viva la actitud humilde, curiosa y juguetona del eternx estudiante.


Me gusta entrar a cada una de mis clases con esta mentalidad, pues de esa forma veo cada clase como una oportunidad para mejorar mis destrezas como maestra, sin importar quién llegue a la clase, si llego a saltarme alguna postura o si ocurre algún evento inesperado.



En conclusión…


Enseñar yoga desde el lente de la inclusión y accesibilidad nos permite compartir esta práctica milenaria con aquellas poblaciones que más lo necesitan y que no suelen gozar del acceso a ella. Dado a que los programas de capacitación para instructores de yoga no suelen contemplar este asunto, es importante que nos tomemos el tiempo necesario para (1) romper con los esquemas mentales que nos cohíben de salir de la cajita y (2) entender bien las necesidades de nuestra población. Espero que estas cinco recomendaciones te ayuden en tu proceso de convertirte unx profesional del yoga que promueve la diversidad e inclusión dentro y fuera del mat (o la silla).

  • Foto del escritor: Lenna Garay Rodríguez
    Lenna Garay Rodríguez
  • 8 may 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 may 2024


mujer practicando postura virabhadrasana II en silla

Descripción: La autora practicando frente a un mural la postura virabhadrasana II (el guerrero II) utilizando una silla plástica. (Copyright © Lenna Garay Rodríguez)



Aunque practico el yoga desde el 2013 y había usado la palabra ‘accesibilidad’ en el contexto de las luchas sociales, la primera vez que asocié esta con el yoga fue en el 2020, durante mi adiestramiento de 200 horas en el estilo vinyasa con Michelle Young, del estudio My Vinyasa Practice (MVP). El logo de MVP venía acompañado de tres palabras que son algo así como el mantra del negocio: “authentic, affordable, and accessible” (en español: auténtico, asequible y accesible). Al observar con detenimiento el logo empecé a cuestionar para mis adentros: 


  • ¿Cuál es la diferencia entre asequibilidad y accesibilidad? 

  • ¿De qué formas el estudio donde me estoy certificando pone en práctica estos conceptos?

  • ¿Cómo se vería en la práctica una clase de yoga accesible? 


En español, las palabras accesibilidad y asequibilidad suenan parecidas, tienen significados similares y hasta aparecen en distintos diccionarios como sinónimos. Sin embargo, hay una diferencia sutil en sus significados. Luego de una búsqueda rápida en Google, pensé que si la asequibilidad significaba tener la capacidad monetaria para alcanzar o conseguir algo, seguramente la accesibilidad debía referirse a algo mucho más amplio y complejo que solo el acceso económico. 


Precisamente, decidí certificarme como instructora en MVP porque lo consideré una opción accesible para mí. Eran tiempos de la pandemia de Covid-19 y me encontraba desempleada. Dadas mis limitadas capacidades de pago, consideré que el costo del programa era razonable y asequible. A su vez, su formato en línea hizo posible que me convirtiera en maestra de yoga a pesar de que vivo en Puerto Rico y el estudio está ubicado en Austin, Texas.


Sin embargo, aunque el estudio promueve la accesibilidad en su slogan de negocios y mediante sus bajos costos y formato en línea, el adiestramiento no me brindó las herramientas necesarias para crear experiencias de yoga inclusivas o adaptar las prácticas de asana y pranayama para poblaciones específicas (por ejemplo, adultxs mayores o personas con diversidad funcional). En este sentido, terminé mi primer training con más preguntas que respuestas sobre cómo poner en práctica la accesibilidad al enseñar yoga a personas con necesidades particulares.



Aprendí a enseñar de forma inclusiva por necesidad


Una vez comencé a enseñar clases en el estilo vinyasa, el concepto de accesibilidad volvió a tomar relevancia para mí. Las clases de asana en el estilo vinyasa por lo general son activas, rápidas, dinámicas y físicamente demandantes, por lo que en la actualidad no las considero la mejor opción para personas que se están iniciando en el yoga. 


Los deseos iniciales de mi ego eran enseñar el estilo vinyasa a personas que tuvieran prácticas de asana de nivel intermedio o avanzado, tal vez inconscientemente para demostrar (¿a quién?) que tenía una práctica avanzada. Sin embargo, mis primeras estudiantes fueron en su mayoría mujeres mayores de 60 años, lo que me obligó a repensar mi forma de enseñar y tomar en cuenta sus edades, habilidades físicas y situaciones de salud al planificar y facilitar mis clases.


Luego, cuando empecé a enseñar yoga informada en trauma a mujeres sobrevivientes de violencia doméstica en un albergue local de Puerto Rico, mis estudiantes volvieron a regalarme una lección valiosa sobre la inclusión y accesibilidad. La organización falló en informarme de antemano que la mitad del grupo estaba compuesto por mujeres mayores de 50 años que tenían condiciones de salud que limitaban su movilidad. Para mi sorpresa, una porción significativa del grupo no podía llevar a cabo la práctica en el suelo.


Para que todas las participantes pudieran beneficiarse del servicio por igual, tuve que aprender en la marcha a facilitar clases de yoga mixtas; es decir, demostrando simultáneamente la secuencia en el mat y en la silla. Hoy recuerdo con cariño estos tiempos de aprendizaje, pero en aquel momento fue frustrante e intimidante tener que lidiar con la situación sin apoyo institucional y aprender “a la mala” destrezas que nunca me enseñaron en ninguno de mis teacher trainings.



Hacia un Yoga para todxs


Mis primeras experiencias enseñando yoga me hicieron consciente de lo increíblemente excluyente que es la práctica del yoga para tantas personas que no cumplen el imaginario falso que ha creado la industria del “Health & Wellness” sobre lo que representa ser unx yogui. Por otro lado, estas experiencias abrieron mis ojos ante la necesidad enorme que existe de que lxs profesionales del yoga tengamos las herramientas adecuadas para atender a personas con necesidades diversas y comunidades marginalizadas


A través de mi propia práctica como estudiante y maestra, he entendido que asumir el rol del maestrx no se trata de repetir sin cuestionar lo que aprendimos de nuestrxs propixs maestrxs. Tampoco se trata de obligar a nuestrxs estudiantes a replicar y hacer lo que decimos como soldadxs sin mente propia, solo para satisfacer nuestros egos. 


En cambio, enseñar yoga se trata de transmitir una tradición filosófica oriental de forma culturalmente responsable, inclusiva y humanizada, reconociendo las identidades, experiencias y necesidades de cada una de las personas que llegan a nuestra clase confiando en nosotrxs sus procesos de sanación. Enseñar desde el lente de la accesibilidad es rescatar las enseñanzas e intenciones originales del yoga y compartirlas con aquellxs que no suelen tener acceso a ellas. A fin de cuentas, ¿qué somos lxs instructorxs de yoga sino eternxs estudiantes, simples acompañantes y mensajerxs humildes de unas enseñanzas que nos preceden por miles y miles de años?




Referencias


  1. Desikachar, T.K.V. (1995). The Heart of Yoga: Developing a Personal Practice. Inner Traditions International.

  2. Patanjali (s/f). The Yoga Sutras of Patanjali: Translation and Commentary by Sri Swami Satchidananda. Integral Yoga.

  • Foto del escritor: Lenna Garay Rodríguez
    Lenna Garay Rodríguez
  • 8 may 2024
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 2 jun 2024


Mujer practicando una variación de la postura del ángulo invertido

Descripción: Mujer con el pelo corto practicando sobre un mat una variación de la postura del ángulo invertido, utthita trikonasana, apoyando su mano izquierda sobre su espinilla. (Cortesía de Wix)



Espera un momento, ¿me estás diciendo que el yoga realmente es adecuado para todas las personas?


En el artículo anterior exploramos una definición general del yoga de acuerdo con el Yoga Sutra de Patanjali, un escrito filosófico fundamental del yoga. En este y otros textos antiguos como el Bhagavad Gita y los Upanishads se describe toda una ética detrás del estilo de vida y forma armoniosa de interactuar con el mundo que promueve el yoga.


Dadas mis experiencias personales como estudiante e instructora de yoga, la considero una herramienta poderosa para sanar el trauma individual y colectivo y encontrar la paz interior dentro de las complejidades de la existencia humana. 


Sin embargo, en el mercado del yoga moderno no todo es tan perfecto, ideal y utópico como lo describen las escrituras tradicionales. Al fin y al cabo, esta industria no es sino un reflejo perfecto de nuestra sociedad capitalista. Pienso que la forma más sencilla y a la vez compleja en la que la industria del “Health & Wellness” ha colonizado el yoga es reduciéndolo a una simple modalidad de ejercicio y, a la vez, un negocio muy atractivo y monetizable. 


Así, abundan las escuelas, instructorxs y programas de adiestramiento que solo enseñan su "trademark" específico de asana (posturas físicas) y pranayama (técnicas de respiración) e ignoran las raíces histórico-culturales de una tradición que nació en la India hace más de 4 mil años. En efecto, en muchos espacios bien intencionados donde se practica el yoga se comodifica la sabiduría original de esta disciplina, se excluyen a ciertas poblaciones de la práctica y hasta se reproducen dinámicas opresivas en las relaciones entre estudiante-maestrx y entre empleadx-empleadorx.



La comodificación del yoga moderno


Según su definición de diccionario, la palabra comodificar significa “transformar o cambiar algo mudando alguna de sus características” (Real Academia Española). En el caso del yoga como lo conocemos hoy, dicha filosofía y práctica oriental se ha convertido en un commodity, en un producto exótico para el consumo de las masas.


La comodificación del yoga es un fenómeno que está estrechamente relacionado al proceso de apropiación cultural que comenzó a ocurrir al este esparcirse a través de los Estados Unidos y Europa hace poco más de un siglo, un tema que seguiremos explorando a profundidad en futuras entradas del blog. 


Uno de los efectos de la comodificación y colonización del yoga ha sido la visión simplista del yoga que por lo general se tiene en Occidente. El mercado occidental ha tomado una práctica milenaria del este de Asia y la ha reclamado como suya, vaciándola de sus dimensiones y significados espirituales para reducirla a una modalidad cool y atractiva de ejercitarse.


Para convertirlo en un bien mercadeable, ha sido necesario para la industria descartar aquellas partes de la filosofía yóguica que están relacionadas a la ética, la meditación y la exploración de la espiritualidad mediante prácticas más esotéricas como el canto de mantras o el estudio de los textos tradicionales. En su libro, The Teacher’s Guide to Accessible Yoga, Jivana Heyman (2024) dice:


Me pregunto cómo hemos llegado a este punto. Supongo que es una combinación de factores: una industria competitiva con mucho dinero en juego, una mentalidad colonizadora siempre buscando algo para mercadear y nuestra naturaleza generalmente competitiva. (p. 126)


En la actualidad, se ha empaquetado el yoga como una clase de fitness con una duración determinada, por lo general una hora, en la que todxs lxs estudiantes llevan a cabo la misma secuencia de posturas y movimientos que quien guía la sesión. Dependiendo del estilo de yoga, por lo general estas clases son coreografías aceleradas y físicamente retantes en las que se proveen pocos—o ningún—acomodos para principiantes o personas con necesidades particulares, como personas con movilidad limitada o situaciones de salud. 


Pienso que la obsesión de la industria del yoga con la parte física de la práctica es en parte responsable de mantener alejadas a muchas poblaciones que podrían beneficiarse de esta pero no la consideran inclusiva o adecuada para ellas. Una búsqueda rápida de la palabra 'yoga' en Instagram basta para entender lo que el imaginario colectivo suele pensar sobre el yoga: que debes cumplir con una larga lista de cualidades para poder practicarlo—ser delgadx, blancx, extremadamente flexible y adineradx, entre otras.


Tanto en el internet como en la vida real, es palpable la falta de representación que existe en el mundo del yoga de las poblaciones históricamente excluídas. Piensa un momento en los espacios o estudios de yoga que frecuentas: ¿cuántas personas negras asisten regularmente a clase? ¿y personas pobres o de escasos recursos? ¿y personas trans y queer? ¿y personas gordas? ¿y adultxs mayores o personas en silla de ruedas? ¿pueden estxs últimxs tan siquiera entrar al espacio donde enseñas o practicas? ¿tú o lxs instructorxs que conoces sabrían cómo adaptar la práctica para estas personas?



Hacia un yoga para todos, todas y todes


Una de las formas de retar la visión capitalista y colonizadora del yoga moderno es aplicando a nuestra enseñanza el enfoque de la inclusión y accesibilidad. La accesibilidad es un concepto amplio que reconoce la existencia de barreras físicas, estructurales, culturales, económicas, políticas y hasta simbólicas que obstaculizan el acceso de una población a algo, en este caso la práctica del yoga. 


Dichas barreras están relacionadas de forma directa a los sistemas que reproducen la desigualdad social, tales como el racismo, colonialismo, capitalismo, machismo y misoginia, supremacismo blanco, capacitismo y gordofobia, entre otros. Heyman (2024), a quien se le atribuye ser la primera persona en aplicar el concepto de la accesibilidad al yoga, explica que la accesibilidad es multifacética y que se afirma al garantizar la representación de las personas que no se sienten bienvenidas o incluidas en un espacio.


Dicho esto, el yoga accesible no es un nuevo estilo de yoga, sino una perspectiva basada en la justicia social que se puede aplicar a cualquier linaje de yoga para crear ofrecimientos sensibles y adaptados a diferentes poblaciones: adultxs mayores, niñxs y adolescentes, personas con diversidad funcional o situaciones de salud particulares, población confinada, comunidad LGBTTQIAP+ y muchas más.


Si bien no es posible transformar toda una industria por nuestra propia cuenta, mi propósito y esperanza con Yoga Accesible es que más profesionales del yoga se interesen por hacer de sus servicios espacios más inclusivos, compasivos y acogedores para diferentes poblaciones. Como personas que estamos insertadas en una cultura específica y formamos parte de un colectivo social, estoy convencida de que lxs maestrxs de yoga tenemos la capacidad de crear cambios en el estatus quo, aunque sea desde nuestro pequeño entorno inmediato.



Referencias


  1. Basavaraddi, I.V. (2015). Yoga: Its Origin, History and Development. Ministry of External Affairs, Government of India. Recuperado en https://www.mea.gov.in/search-result.htm?25096/Yoga:_su_origen,_historia_y_desarrollo#:~:text=It%20is%20an%20art%20and,'%20or%20'to%20unite'.

  2. Desikachar, T.K.V. (1995). The Heart of Yoga: Developing a Personal Practice. Inner Traditions International.

  3. Heyman, J. (2024). The Teacher's Guide to Accessible Yoga: Best Practices for Sharing Yoga with Every Body. Rainbow Mind Publications.

  4. Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (2003). Un paso más hacia la inclusión social: Generación de conocimiento, políticas y prácticas para la inclusión social. Universidad Autónoma de Barcelona. Recuperado en https://www.plataformaong.org/ARCHIVO/documentos/biblioteca/1366207686_072.pdf

  5. Patanjali (s/f). The Yoga Sutras of Patanjali: Translation and Commentary by Sri Swami Satchidananda. Integral Yoga.

Lenguaje inclusivo

En Yoga Accesible celebramos la diversidad humana, en especial la diversidad sexual y de género. Por esta razón usamos el lenguaje inclusivo en nuestra página, usando la ‘x’ o ‘e’ para indicar el género neutro, el cual abarca por igual a las mujeres, hombres y personas con identidades de género diversas.

 

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